miércoles, 22 de mayo de 2013

De andanzas por Tierra Estella

El pasado puente de Mayo tuvimos ocasión de escapar del mundanal ruido y hacer una escapadita a mí querida Navarra. Más concretamente la zona oeste de la provincia, la llamada Tierra Estella, donde se puede disfrutar de la naturaleza de los bosques atlánticos y del paisaje mediterráneo, de sus sierra y de sus llanos, del verde y del amarillo de sus campos del colza ahora en primavera, de sus mezclas. Además es una zona estupenda para plantear excursiones a las cercanas Logroño, Vitoria, Pamplona y como no, la propia Estella, todas ellas a menos de una hora en coche, lo que para los que somos de Madrid es no quedar demasiado lejos… 

Tres ideas en mente si la climatología acompañaba. Conocer el parque natural de Izki, recorrer algún tramo de la Vía Verde Vasco-Navarra y hacer alguna pequeña incursión por Sierra Urbasa. Hubo suerte y pudimos hacer las tres cosas, y además, realizar alguna de esas escapadas a las urbes antes citadas. 

Los dos primeros días de nuestra estancia fuimos acompañados de Neli y Victor… ya sabéis, a la que podemos nos arrejuntamos… no con todo el mundo se hacen buenas migas ;) 

Junto a ellos disfrutamos de un paseote por Estella, de unas tapas a deshoras en Vitoria (pero mu’ ricas) y de una embarrada ruta por el parque natural de Izki. Situado al sudeste de Álava, fue declarado Parque Natural en 1998. En sus 9.143 hectáreas alberga una enorme diversidad de paisajes y es el tercer parque más grande de la Comunidad Autónoma del País Vasco. 

Esencialmente, Izki es bosque y roca. Principalmente un marojal, pero también hayedos, carrascales, alisedas, quejigales, bosques mixtos, abedulares, bosquetes de álamo temblón, robledales... que cubren gran parte de este espacio natural. Pequeños ríos surcan el valle. En algunos puntos aflora el agua formando charcas, trampales e incipientes turberas. Con alguna topamos, os lo aseguro…En estos humedales, aparte de una interesante fauna de anfibios y aves, se desarrolla una valiosa flora, como el nenúfar blanco y una rica variedad de plantas carnívoras. Nosotros enredados con el no caer en ningún charco, poco vimos…jajja!! En el cielo, planeando por encima del bosque, destacan las esbeltas figuras del águila real, el halcón peregrino, el alimoche y el buitre, que descansan y crían en los majestuosos cortados calizos de las cumbres de Izki. Los amplios pastos de las zonas altas, donde se alimentan vacas, yeguas y ovejas, delatan la presencia del ser humano. Un amplio patrimonio cultural transmite la historia de estos valles y montañas: cuevas artificiales, ermitas, poblados fortificados, túmulos, caleros, castillos, restos arqueológicos... y como colofón el pueblo medieval de Korres, único núcleo habitado en el interior del Parque, punto en el que dimos inicio a nuestra ruta. 

La zona muy chula, la verdad, igual con algo menos de humedad la hubiésemos disfrutamos el doble, pero no hay que pedir peras al olmo… bastante es que apenas nos llovió. 


Tristes por la marcha de nuestros buenos amigos, al día siguiente nos dimos a la zampa, jajja!! Y por la tarde a pasear por la capital riojana… que bonica ella. Soo y Juan, grandes conocedores del lugar, nos recomendaron unos cuantos sitios a lo que ir a ponernos finos de tapas, y allí dieron nuestros huesos… Gracias por la guiá del pintxo!! P.D.: sorry!!, ya se que alguno querrá el track de esta ruta, jajja!!, pero olvidé encender el gps... :(

Como ya sabéis, me gusta hacer de todo un poco, y como el tiempo era proclive, al día siguiente BICI!! Aprovechando que estábamos alojados, casualmente, jajja!! junto a la Vía Verde Vasco-Navarra, había que hacer un tramito no?, pues ale, a darle al pedal. 
Allá por el siglo XIX, se impulsó un proyecto ferroviario mediante el cual se pretendían unir Bilbao y Vitoria-Gasteiz por Durango mediante un ferrocarril de vía estrecha. Los hermanos Herrán fueron los artífices de esta obra que, superando infinidad de contratiempos se llevó acabo en dos tramos; desde Vitoria-Gasteiz hasta Mekoalde (1919) y desde la capital alavesa hasta Estella (1927): Esta línea dio por finalizada su andadura en 1967 y desde entonces hasta ahora la mayoría de la infraestructura ha sido desmantelada y su trazado reacondicionado como vía verde. 

Nosotros hicimos alrededor de 40 kilómetros, entre Acedo y Antoñana y tuvimos la ocasión de pasar a la ida y a la vuelta por el largo y frio túnel de Arquijas, de algo más de 1400 m de longitud. No hacen falta linternas, ya que tiene un sistema de iluminación con placas solares y detectores de movimiento. Según vas avanzando, se van encendiendo las luces, pero eso sí, abrigarse antes de entrar, porque la humedad una vez dentro es tremenda… 


Y para rematar, visita al parque natural de la Sierra de Urbasa, donde hace millones de años el relieve de una gran meseta conocida como Zunbeltz o Lizarraga cambió para siempre. Sucedió un gigantesco hundimiento tectónico que provocó la apertura de un gran pasillo entre las ya conocidas sierras de Urbasa y Andía. A caballo entre la Navarra atlántica y mediterránea, ambas forman un extenso Parque Natural al oeste de la Comunidad Foral. 

Prados y frondosos hayedos alternan en este espacio protegido de paisaje idílico, cuyo borde sur cae bruscamente sobre el Valle de las Améscoas formando el impresionante mirador natural del circo del nacedero del Urederra, lugar elegido para marcarnos la ruta del día, aunque luego acabáramos disfrutando de una buena siesta en uno de sus innumerables prados. 

El Nacedero del Urederra es la salida natural y mayoritaria del importante acuífero formado en el macizo kárstico de Urbasa. Se produce en la pared, casi cortada, del extremo NO del término de Baquedano, a unos 630 metros de altitud frente a los más de 900 que alcanza la cresta superior de dicha pared. La evacuación del agua de Urbasa ha modelado, en el transcurso de millones de años, la muesca producida en el reborde meridional del macizo y que constituye un anfiteatro rocoso de notable belleza. 


Unos días intensos en cuanto a actividades, pero relajantes en cuanto a contenido. Un disfrute y una desconexión de lo cotidiano que, de vez en cuando, el espíritu agradece…


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