El octavo álbum de estudio de Björk es un notable desafío a la paciencia del oyente.Ya podemos olvidarnos, de manera definitiva diría yo, de la Björk de discos como "Debut", "Post", "Homogenic", o el formidable "Vespertine". Björk ahora mismo no pretende hacer música para las masas, quizá nunca lo quiso y, sin embargo, el éxito acudió a su encuentro. Y ahora no es que huya de él, es que directamente le da igual y, por un lado, es de alabar pero, por otro, hace que buceemos en experimentos sonoros que no son aptos para todos los paladares.
"Medúlla" dejó claro que algo había hecho click en su cabeza, confirmado con "Volta" donde a los muy forofos nos dejaba bien claro que aquello era un viaje sin retorno con sus percusiones industriales, aunque como siempre, dejaba algún tema auténticamente impresionante que nos dejaba con la boca abierta. Y ahora este "Biophilia", que no es un mal disco en absoluto pero tampoco es el disco que todos esperábamos, con su naturaleza extraña, su envoltorio, su portada y la sensación ¿agridulce? que nos deja.
Respecto a los temas, me quedo, sobre todo, con un par de ellos. “Crystalline”, donde ese viaje al jungle-idm de los noventa en los últimos segundos del tema no dejan de dejarme con la boca abierta y diciendo “oh, my good”. Y "Mutual Core", que nos lleva de nuevo a la Björk de hace unos años, con sus constantes cambios de ritmo…
Y uno empieza a preguntarse ¿por qué los temas que más nos recuerdan al pasado son los que más nos gustan?
Como bien me comentó mi hermano Diego, que es también de oído fino, es un álbum de momenticos. Nos mole o no, lo que nunca se le podrá echar en cara a la islandesa es de haberse acomodado en algún momento de su carrera. De inmovilismo. Siempre trata de dar una vuelta de tuerca más en esto de la música, buscando nuevos límites, ARRIESGANDO. Y aunque los resultados no siempre sean los que más nos gustan… chapeau por ella!!
En mí siempre tendrá un incondicional. Aunque sea para criticarla.
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