sábado, 8 de octubre de 2011

La Tejera Negra

Visitar la Tejera en esta época del año, es fruto del deseo para los aficionados al monte y domingueros en general. El encanto de este valle, producto de las postrimerías de la sierra de Ayllón, es que en él se halla una de las más famosas masas arbóreas cercanas a la Comunidad de Madrid: el Hayedo de la Tejera Negra.

En varias anteriores ocasiones, y siempre acompañado de mi fiel bicicleta, he discurrido por estas pistas y caminos, disfrutando del otoño, disfrutando de la espectacularidad de los tonos cambiantes en las hojas de las hayas. Este año en cambio, no sabemos si por habernos adelantado algo con las fechas de visita o por causa del sequísimo verano, estaba todo algo más apagado, los árboles, los prados e incluso los ríos no estaban según lo acostumbrado. Aún así, la zona siempre merece la pena, y la rutilla, aunque algo larga, creo que también quedó resultona.


El día amaneció fresquete pero despejado, lo que garantizaba una estupenda temperatura para la pateada. Txomin y Víctor, a cada cual más majete, pusieron sus coches a nuestra disposición para poder desplazarnos hasta el hayedo que, aunque está cerca de Madrid, el acceso obligado por Cantalojas hace que tengas que dar un amplio rodeo… casi 180 kilómetros desde Pinto City!!
Con la tontería, al final fuimos 9, que es un grupete considerable, pero la verdad es que la zona lo merece. Tras el cafetín de rigor a la llegada a Cantalojas, mochila al hombro y al lío. La primera parte fue un poco coñazo, porque transitábamos por una pista que compartíamos con los domingueros y sus flamantes coches todocamino, pero una vez que traspasamos una barrera, el monte fue todo para nosotros. En un pliki nos plantamos en el collado del Hornillo, donde hubo un pequeño ágape. Víctor fardó de tortilla de espinacas, y lo cierto es que tenía motivos, porque estaba rica, rica (que jodio…). Tras la parada, enfilamos por la Senda Ecológica. ¿Por qué se llama así?, pues no tengo ni idea, pero es lo que hay, jajja!!. Quizás este tramo fue el más bonito, rodeados en todo momento por hayas y algún que otro álamo. Pasamos, por supuesto, junto al famoso Tejo de la Tejera, árbol que dispone de su propio cartelico y todo, por eso de ser algo extraño encontrarte alguno por estas latitudes.
Al llegar a la pradera, parada y fonda. A tirar de tortillas, pan, vino y de lo que fuese. Christof, gran maestro quesero, nos agasajó con sus últimas creaciones. Vaya quesos, tío!! Que ricos!!
Y a partir de aquí pues era dejarse caer, todo para abajo hasta toparse con el curso de un río que tuvimos que seguir hasta enlazar con el punto de inicio del bucle. Easy! Igual este tramo fue el que se hizo más largo. Lo cierto es que, el que el río estuviera seco no ayudo mucho… con agua hubiese sido algo más divertido por el tema de los vadeos, ¿no?, pero verano sin lluvia es lo que tiene…
Cocacolo y para casa, que el viaje era largo y ya nos habíamos ventilado el día. Nosotros en Pinto a las 21 horas… a Víctor aún le quedaba casi una hora para llegar a su Toletum natal. Gracias figura!

En fin, que un gran día de campo.


Gracias a todos por la compañía!!

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